Acepta tus días malos y permítete odiarlos

 

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Primero permíteme hablar en esta ocasión de mí, esta vez no generalizo, esta vez hablo por mí, desde mi punto de vista de esos días malos que todos tenemos.

Cuando yo personalmente los tengo, cuando se apoderan de mí, obviamente no lo paso nada bien y aunque no sea certero, sé que detrás de esto viene algo grande, porque es en este período de crisis cuando se acercan las grandes innovaciones en mí.

En esos momentos cuando siento que algo va mal, aunque inclusive no sea así, me frustro, me enojo, me pongo triste, me siento insuficiente y me ahogo en la amargura de mis pensamientos. Es aquí cuando pienso mucho, analizo y profundizo en lo que sucede, cuestionándome del por qué las cosas no van bien y me hundo… ¡claro! Me hundo en la tristeza, me hago bolita en posición fetal y me digo muchas veces a mí misma lo mal que estoy.

Pero todo este drama tiene una explicación. ¿Sabes cuál es?

Significa que mi estado de frustración e insatisfacción tiene un propósito: es la llamada de mi interior que pide a gritos evolucionar, que quizás estoy tan satisfecha que me urge una renovación, así que esto es lo que pasa:

Estoy frente a un proceso de aceptación de una necesidad intensa de innovación en mi vida, por lo tanto me encuentro incomoda, insatisfecha e irritada con el mundo y conmigo misma, es por esta razón que es en esta fase cuando se pasa mal… y realmente no estoy mal, estoy teniendo una invitación a la transformación: “estoy en Transición”  

Y es así por lo cual lo pasamos tan mal en estos días cuando experimentamos este tipo de fases, es la incomodidad y el malestar los que nos hacen cuestionarnos, con la finalidad de abrir la mente para analizar, tomar la fuerza e iniciativa de movernos, de crear o reinventarnos según sea el tema, porque sin este impulso  seguiríamos en la comodidad de la zona de confort, ese lugar tan seguro, cálido y conocido pero tan limitante.

Ahora sé con mayor seguridad que cuando me encuentro en ese mood, le abro las puertas a ese malestar emocional y si está en mis posibilidades me desconecto, suelto la rutina, le doy la bienvenida a esos malos pensamientos y me permito esa desdicha momentánea, porque soy consciente de que es transitoria, la cual no sé cuántas horas o días durará, pero que sé que cuando termine, será el inicio de una pequeña o gran transformación…

Por lo tanto: ¡acepta tus días malos y permítete odiarlos!